Sergio García Soriano
Hace unos años se asumía que las personas con discapacidad intelectual tenían “mentes” similares a las de los niños. Por lo tanto, se hacían actividades y experiencias vitales adecuadas a las edades “mentales” de las personas. Por ejemplo, a los adultos discapacitados se les ponía a jugar en actividades infantiles (jugar con juguetes de niños pequeños) en vez de implicarse en actividades adultas. Para más inri, a “éstos niños eternos” se les quería proteger de las partes desagradables de la vida: la muerte, la toma de decisiones, los contratiempos con las amistades…por lo que fueron criados bajo un paternalismo que les metía en una burbuja insana, y se les separaba de la vida con las mejores intenciones.
De tal manera, que se producía una estigmatización de ellos, que parecía que no tenían derecho a la palabra, uno de los errores que cometen mis compañeros al hacerles una evaluación es que preguntan a los padres cuando están presentes la persona discapacitada a entrevistar. Es como sí, cada uno de nosotros albergara aún cierto paternalismo del cual nos tenemos que librar. A veces, incluso ponemos una voz infantilizada para dirigirnos a ellos. De esta manera, les estamos poniendo una barrera hacia su integración y hacia nuestra ruptura con los prejuicios sociales
Cuando superviso a padres, educadores u otros psicólogos que trabajan en dependencia, una de mis frases habituales es “Son discapacitados pero no son idiotas” “Tienen un CI bajo, pero no tienen ni un pelo de tontos”. Parece que serían más fáciles de manipular…pero no es así, tienen otra inteligencia que si la logramos ver, entender y potenciar podremos ayudarles y ayudarnos.
Luis Miguel Astorga, actor.
En algunas de las preguntas que hacemos los terapeutas a la hora de peritar a algún discapacitado, nos vamos a la vida cotidiana y desgranamos aspectos como hacer la comida, comer, lavar la ropa…-¿Cuántos de ustedes sujetos varones son duchos en estos aspectos?-
Pues bien, según nuestros instrumentos de medida, darían alto en necesidades de apoyos, descubriríamos un tipo de “capacidad no desarrollada”, ahora bien, nuestro juicio clínico les sacaría de tal oprobio. No obstante, hay “disfuncionalidades” que tienen que ver con la ideología de las personas que conviven con la persona con discapacidad, que con las mejores de las voluntades, han alentado un tipo de relación dependiente. -¿Y ahora qué?- -¿Cómo intervenimos sobre eso? ¿Por qué los apoyos (la mayoría físicos) y los recursos solo se plantean sobre el discapacitado y no sobre toda la estructura de pensamiento familiar y social del mismo?